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Mensajes Selectos Tomo 1

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    Capítulo 47—La verdad tal como es en Jesús*Este Artículo Apareció en The Review And Herald, 17 de junio de 1890.

    Cristo, el Divino Portador del Pecado

    AL DAR a su Hijo unigénito para que muriera por los pecadores, Dios ha manifestado al hombre caído un amor que no tiene paralelo. Tenemos plena fe en el texto que dice: “Dios es amor” (1 Juan 4:8), y sin embargo muchos han pervertido vergonzosamente esta palabra y han caído en peligrosos errores por una falsa interpretación de su significado. La santa ley de Dios es la única norma por la cual podemos estimar el afecto divino. Si no aceptamos la ley de Dios como nuestra norma, establecernos una norma propia. Dios nos ha dado preciosas promesas de su amor, pero no hemos de atribuir a Jehová una ternura que lo induzca a pasar por alto la culpabilidad y a cerrar los ojos ante la iniquidad.1MS 365.1

    El Creador ama a sus criaturas, pero el que ama al pecado más que a la justicia, al error más que a la verdad, perpetúa la transgresión que trajo calamidades a nuestro mundo, y no puede ser visto favorablemente por el Dios de verdad. El camino de la verdad y la justicia implica una cruz. Muchos interpretan mal los requerimientos de Dios, y los hacen significar cualquier cosa que no perturbe su conciencia o sea un inconveniente para sus relaciones comerciales. Sin embargo, la verdad es el único medio de santificación.1MS 365.2

    El amor de Dios, tal como se manifestó en Jesús, nos llevará al verdadero concepto del carácter de Dios. Cuando contemplemos a Cristo, traspasado por nuestros pecados, veremos que no podemos quebrantar la ley de Dios, y permanecer en su gracia; sentiremos que, como pecadores, debemos aferrarnos de los méritos de Cristo y cesar de pecar. Entonces somos acercados a Dios. Tan pronto como tengamos un concepto correcto del amor de Dios, no estaremos inclinados a abusar de él.1MS 366.1

    La cruz de Cristo testifica de la inmutabilidad de la ley de Dios, testifica que tanto nos amó Dios, que dio a su Hijo para que muriera por nuestros pecados. Sin embargo, Cristo no vino para destruir la ley, sino para cumplirla. No podían ser cambiadas ni una jota ni un tilde de la norma moral de Dios para colocarse a la altura del hombre en su condición caída. Jesús murió para que pudiera imputar al pecador arrepentido su propia justicia y hacer posible que el hombre guardara la ley.1MS 366.2

    El amor de Dios es infinito, y sin embargo el pecador no podía ser perdonado sino mediante el plan de la redención que implicaba la vergüenza, el vituperio, la ignominia y la muerte del Hijo de Dios. Ese hecho debiera desterrar de las mentes razonadoras la idea propiciada por muchos que pretenden la santificación: que la muerte de Cristo terminó con la obediencia a la ley de Dios. Diariamente hemos de aprender el gran plan de redención en la escuela de Cristo. Cuando cesamos de aprender, cesamos de ser alumnos en la escuela de Cristo. Pero si somos estudiantes bajo la tutela del divino Maestro, se abrirá nuestro entendimiento y aprenderemos cosas admirables de la ley de Dios.1MS 366.3

    Comportémonos cuidadosamente delante del Señor; pensemos con cuánta frecuencia hemos quebrantado nuestros votos y malogrado nuestras mejores resoluciones; con cuánta frecuencia ante una luz plena nos hemos apartado de Dios y hemos buscado nuestros ídolos. Es muy propio que nos humillemos bajo la poderosa mano de Dios.1MS 366.4

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