La oratoria—Su duración
No le dé a la gente más de lo que puede recordar—Preséntese el mensaje para este tiempo, no en discursos largos y complicados, sino en alocuciones cortas y directas. Los sermones largos agotan la fuerza del predicador y la paciencia de sus oyentes. El predicador que siente la importancia de su mensaje, tendrá cuidado especial de no recargar sus facultades físicas ni dar a la gente más de lo que puede recordar.—Obreros Evangélicos, 177.MPa 230.1
Cuando el discurso es demasiado largo, la última parte hace desmerecer la primera—Hable brevemente. Sus discursos duran por lo general el doble de lo que debieran durar. Es posible tratar de tal manera algo bueno que pierda su sabor. Cuando un discurso es demasiado largo, la última parte de la predicación debilita lo precedente y disminuye el interés en ello. No divague; vaya directamente al grano.—Testimonios para los Ministros, 311.MPa 230.2
Lo que se presenta en la primera hora es de mucho más beneficio si el sermón termina entonces—Los que han de ser portavoces de Dios deben saber que sus labios han sido tocados con un carbón encendido sacado del altar, y deben presentar la verdad con el poder del Espíritu. Pero los discursos largos cansan al orador y a los oyentes que tienen que estar sentados tanto tiempo. La mitad del material presentado beneficiaría más a los oyentes que todo el conjunto vertido por el orador. Lo que se dice durante la primera hora vale mucho más, si el sermón termina entonces, que las palabras dichas en otra media hora. Se sepulta entonces lo que se ha presentado antes.—Testimonios para los Ministros, 256.MPa 230.3