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Sermones Escogidos Tomo 1

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    El tema de cada sermón

    La predicación de la Palabra no debe ser subestimada. La obra por la salvación de las almas es una tarea sagrada, santa. Dice el profeta: «¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: “¡Tu Dios reina!”!” (Isa. 52: 7)SE1 254.3

    ¡Qué honor se confiere a los hombres al hacerlos colaboradores de Dios!, sus mensajeros, para proclamar al igual que el precursor de Cristo: «¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!». Exalten al Salvador resucitado, y digan a cuantos escuchen: «Vengan a Aquel que nos amó y murió por nosotros”. Revélese delante de los hombres la abnegación, la compasión, el gran amor con que Cristo nos ha amado al comprarnos con su propia vida. La ciencia de la salvación debe ser el tema de cada sermón, el tema de cada himno. Debe acompañar cada súplica.SE1 254.4

    Al predicar la Palabra nada deberá ocupar el lugar de Cristo, la Palabra y el poder de Dios. Que su nombre, el único nombre debajo el cielo por el cual podemos ser salvos, sea exaltado en cada discurso, y que de sábado a sábado, la trompeta de los centinelas dé un sonido certero. Cristo es la ciencia y la elocuencia del evangelio, y sus ministros deben predicar la Palabra de vida, presentar esperanza a los penitentes, paz a los atribulados y desanimados, y gracia, plenitud y fuerza a los creyentes.SE1 254.5

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