Cortesía, respeto, mansedumbre y humildad

Ustedes deben mostrar toda cortesía cristiana y respeto, porque fueron comprados por la sangre de Cristo, y él ha muerto en la cruz del Calvario para que ustedes vivan. Cristo mismo ha tendido un puente sobre el abismo para beneficio nuestro. Es nuestro deber ayudar a los que están abatidos. Recordemos cuáles son los privilegios de ellos y no hablemos de dificultades, sino que acudamos directamente a ellos y tratemos de vendar a los quebrantados de corazón. Ellos están precisamente en la iglesia, a nuestro alrededor. Nunca abriguen la idea de que ustedes saben más que sus hermanos, sino que deben mantener una actitud humilde. Fue este espíritu de sospechas lo que acarreó una gran debilidad sobre la nación judía.SE1 99.1

Debemos adquirir mansedumbre y humildad de corazón en la escuela de Cristo, y ¿de quién hemos de aprender esas lecciones? Jesús dice: «Soy manso y humilde de corazón”. «Aprended de mí». Ahora bien, si hay rasgos del yo en nosotros, entonces Cristo no puede morar allí. Debemos representar a Cristo ante el mundo. Debemos esconder el yo con Cristo en Dios. Y cuando esto suceda seremos representantes de Cristo ante el mundo. ¡Acaso hay algo maravilloso en esto! Dios nos ama así como ama a su Hijo (Juan 17: 23). Piensen en ello: ¡Nos ama como ama a su Hijo! Esto es maravilloso, asombroso. En él se nos presenta todo el cielo, y cuanto más vemos a Jesús, más detestable consideraremos al yo.SE1 99.2

Tan pronto como el mensajero celestial descendió y se reveló a Daniel, este dijo: «Mis fuerzas se cambiaron en desfallecimiento» (Dan. 10: 8). La visión de la gloria de Dios hizo que el profeta cayera como muerto. No podía hablar; no podía ver; pero el ángel lo tomó e hizo que se pusiera sobre sus rodillas, aún así no podía contemplarlo.SE1 99.3

¿Entonces qué tuvo que hacer el ángel? Velar su gloria, y presentarse de la misma forma en que Cristo vino a este mundo. Asumió forma humana, entonces pudo hablar con Daniel. Hermanos, cuanto más veamos en Jesús, menos veremos en el yo; y cuanto más amor propio tengamos, más arrogantes nos hará el diablo. Que Dios nos ayude a despojarnos del yo y a aferramos a Jesús; entonces floreceremos y llevaremos fruto para la gloria de Dios.SE1 99.4