9—La relación del ministro con la Palabra de Dios
LEAMOS 2 Timoteo 4: 1-11. Aquí se nos presenta la obra del que enseñará las Escrituras ante los demás. Esta es una responsabilidad solemne, y todos los que se comprometan a hacerla deben ser hombres y mujeres de oración. No basta con que el pastor vaya al pulpito y presente un mensaje basado en Biblia. Su labor apenas ha comenzado. Hay una labor pastoral que debe ser hecha, y esto significa que hay que reprender y exhortar con toda paciencia y doctrina; es decir, el pastor debe presentar la Palabra de Dios a fin de mostrar cuáles son nuestras deficiencias. Si hay algo en el carácter de los profesos seguidores de Cristo, la responsabilidad debe recaer sobre el pastor, que no debe enseñorearse sobre los herederos de Dios. Tratar con las mentes humanas es la obra más hermosa que jamás ha sido encomendada al hombre mortal.SE1 65.1
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Sermón predicado en la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Des Moines, Iowa, el 1º de diciembre de 1888. Manuscrito 13, 1888.
Habrá prejuicios y muchas otras cosas que obstaculizarán el camino del ministro. Se encontrará con corazones que nunca fueron subyugados durante su niñez; que nunca se les ha llamado la atención ni han sido controlados. Por lo tanto, al lidiar con esas mentes cuando necesiten amonestación, el siervo de Dios tendrá que revestirse con el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús para reprender con toda paciencia y tener éxito en esta obra. Si camina humildemente con su Dios, reconocerá que cada alma por la cual ha trabajado ha sido comprada por la sangre de Cristo; que nuestro querido Salvador la consideró de tal valor que no rehusó darse a sí mismo, sino que entregó su vida para que todo ser humano pudiera tener una provisión, un tiempo de prueba; para que cada hombre y mujer pudiera reflexionar en los asuntos de interés eterno, los analizara cuidadosamente, con mucha atención, y entonces evaluara si le conviene o no edificar para la vida eterna.SE1 66.1
En el pasaje que hemos citado el apóstol presenta un sagrado cometido a todos los ministros del evangelio. Les insta delante de Dios y del Señor Jesucristo, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, a predicar la Palabra. El pastor no debe manifestar preferencia por las profecías y las secciones más controvertidas de las Escrituras, sino por las enseñanzas más grandes e importantes que nos ha dado Jesucristo mismo. Si nos familiarizamos cabalmente con las doctrinas de Jesucristo seremos capaces de ganar almas para el Señor, poseeremos el amor de Cristo en nuestros corazones y veremos que no podemos hacer nada sin él. Cristo dice: «Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis y os será hecho” (Juan 15: 7).SE1 66.2
No basta que meramente presentemos las Escrituras, sino que más bien Palabra de Dios debe morar en nosotros. Cristo dijo que a menos que «coman mi carne y beban mi sangre, no tendrán parte conmigo. Ninguno, excepto los que comen mi carne y beben mi sangre, tendrá vida eterna» (Juan 6: 53-56). Luego explica el significado de esta declaración al afirmar que «la carne para nada aprovecha; el Espíritu es el que da vida» (vers. 63). Jesús dice que su carne es verdadera comida y verdadera bebida; por lo tanto, no podemos tan solo abrir la Biblia, leerle algo a la gente y luego bajar de la plataforma sin llevar la carga de las almas con nosotros.SE1 66.3
Dios espera que los ministros del evangelio sean cada vez más eficaces. Espera que obtengan más poder mediante la oración, que lleguen a ser más diestros en el manejo de la Palabra de Dios, cre- ciendo continuamente en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Cuanto más piensen y hablen de Cristo, más meditarán en el bendito Salvador y en la Palabra que él les ha dado para que la obedezcan y más reflejarán la imagen de Jesucristo. Al hacerlo serán partícipes de la naturaleza divina, pues han huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de las pasiones.SE1 66.4
Recuerden esto: «Habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de las pasiones». Si estamos dispuestos a enseñar la verdad con la manifestación del Espíritu y con poder, hemos de ser hombres y mujeres de oración. Tenemos que buscar insistentemente a Dios, y como ministros de Dios que predican el evangelio deberíamos integrar esas grandes verdades en nuestras vidas cotidianas, mostrando que somos ejemplos vivos de lo que predicamos, que estamos practicando la santidad en nuestra vida diaria. Entonces, por dondequiera que vayamos seremos un poder transformador.SE1 67.1
Hay algunos que únicamente tienen poder mientras están en el púlpito y no más allá. Por esta razón su influencia es como el rocío de la mañana que desaparece cuando el sol calienta, no queda nada. Sin embargo, si el predicador integra la Palabra a su vida, si está comiendo y bebiendo de la sangre y la carne del Hijo de Dios, entonces es participante con Cristo, es participante de la naturaleza divina. Así como la rama está unida la vid viviente, él está bebiendo la savia y el alimento de la Vid Verdadera, y esto se verá por dondequiera que vaya.SE1 67.2
Veamos lo que la Palabra de Dios continúa diciendo: «Yo ya estoy próximo a ser sacrificado. El tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida» (2 Tim. 4: 6-8).SE1 67.3
Bien, tenemos un incentivo día y noche para ser fieles. Aquellos a los que Dios nos ha confiado responsabilidades sagradas hemos de ser fieles y, si somos fieles, el Dios del cielo nos declarará dignos de la vida eterna y nos otorgará esa corona de justicia que está preparada para los que finalmente serán vencedores.SE1 67.4