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Mensajera del Señor

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    Capitulo 25—Principios de Salud/2
    Relación de la Salud con una Misión Espiritual

    “No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal; porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos“ (Prov. 3:7-8).MDS 288.1

    En sus seis panfletos sobre salud, los White incluyeron deliberadamente los escritos de “reformadores de la salud capaces y experimentados, además de los artículos de Elena de White”. 1Review and Herald, 13 de diciembre, 1864 Al escribir unos pocos años más tarde, Jaime White dijo que los panfletos estaban “compuestos principalmente de los artículos y extractos más vigorosos y valiosos de Trail, Jackson, Graham, Dio Lewis, Coles, Horace Mann, Gunn y muchos otros... Este trabajo era fácil de leer y se adaptaba bien a las necesidades de la gente. También tuvo una amplia circulación fuera de los adventistas, y es difícil estimar su influencia para bien al llamar la atención de la gente al tema de la reforma pro salud ”. 2The Health Reformer, febrero, 1871.MDS 288.2

    En el primer panfleto, Jaime White escribió el artículo principal, titulado, ”Santificación”. Definió el tenor para el juego de los seis panfletos al vincular la salud física con la salud espiritual. Hacia el fin de este artículo declaró: “A aquellos que son activos y que sin embargo sufren de deficiencias de salud les recomendamos urgentemente publicaciones de salud, de las que planeamos tener a mano un buen surtido... A aquellos que se consideran sanos, les diríamos: Mientras valoréis las bendiciones de la salud y querráis honrar al Autor de vuestro ser, aprended a vivir en obediencia a esas leyes establecidas en vuestro ser por el Altísimo”. 3Health, or How to Live, N.° 1, p. 18.MDS 288.3

    Los artículos escritos por otros reformadores de la salud fueron usados para apuntalar el consejo directo de Elena de White. Al mismo tiempo ella instó a tener una actitud cautelosa respecto a ciertas nociones o sugerencias mencionadas en esos otros artículos incluidos en los seis panfletos, como ser una advertencia de que no todos los enfermos podrían estar suficientemente fuertes para los tratamientos de agua fría y el ejercicio pesado durante períodos de tiempo prolongados.MDS 288.4

    Elena de White evitaba las nociones de reformadores de salud contemporáneos que estaban en conflicto con los principios que ella había recibido en visión, tales como la condenación de la sal, no sólo porque, según ellos, carecía totalmente de valor nutritivo sino también porque era imposible de digerir.MDS 288.5

    ¿Cuántos de estos principios fundamentales de salud habían conocido los adventistas e implementado en sus vidas antes de la visión de Otsego? ¿Cuál fue el resultado de este nivel adicional de reforma que aquellos 3.500 adventistas comenzaban ahora a entender más claramente? Aparte de José Bates, que decidió ser solamente un evangelista silencioso en pro de la salud (ver p. 280), muy pocos habían adoptado alguno de estos principios. Aunque se los discutía aquí y allá, ciertamente no representaban el mundo médico a mediados del siglo XIX. Y parece igualmente cierto que pocos adven- tistas del séptimo día habían aceptado seriamente estas reformas antes de 1863.MDS 288.6

    Varias familias adventistas (incluyendo a Annie Smith, J. N. Loughborough, la familia de J. P. Kellogg y la de J. N. Andrews) parecían haber tenido algún conocimiento de uno o dos de los progresos contemporáneos, pero el concepto de salud total les era enteramente ajeno hasta que captaron el cuadro coherente, espiritualmente motivado, descrito por Elena de White. Algunos habían probado la hidroterapia y usado el pan Graham. Pero su estilo de vida general, incluyendo la manera en que se relacionaban con la dieta, el ejercicio, la limpieza y el airé fresco, era generalmente el mismo que el de los demás norteamericanos. 4Un especialista en la historia de la Medicina describe gráficamente los hábitos del siglo XIX: “A pesar de su aparente vitalidad, América del Norte, a comienzos del siglo XIX, era una nación enferma y sucia. La higiene pública era groseramente inadecuada y la higiene personal, virtualmente inexistente. La gran mayoría de los norteamericanos raramente se bañaban, si es que lo hacían alguna vez. Sus hábitos alimenticios, incluyendo el consumo de cantidades gigantescas de came, eran tales como para mantener la mayoría de los estómagos continuamente trastornados. Frutas y verduras verdes y de hojas aparecían raramente sobre la mesa, y el alimento que aparecía estaba a menudo saturado de mantequilla o grasa de cerdo. Un desayuno ‘común’ consistía de ‘pan caliente, hecho con grasa de cerdo y fuertes álcalis, y empapado en mantequilla, pasteles calientes a la plancha cubiertos con mantequilla y jarabe; carnes fritas o cocinadas en grasa; papas chorreando grasa; jamón y huevos fritos con una indigestibilidad de cuero, todo acompañado de muchas tazas de fuerte café de Brasil’. No es de sorprenderse que un escritor llamara a la dispepsia ‘la gran endemia de los estados del norte’ ” — Numbers, Prophetess of Health, p. 48.MDS 289.1

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