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Mensajera del Señor

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    Educar a los estudiantes para ser pensadores, no meros reflectores

    Los pensadores hacen más que aceptar pasivamente el pensamiento de otros; procuran dominar lo que otros han dicho o descubierto. Los pensadores contemplan “las grandes realidades del deber y del destino”; son “amos y no esclavos de las circunstancias” y poseen “amplitud de mente, claridad de pensamiento, y valor para defender sus convicciones”. 52Id., p. 15. MDS 349.7

    ¿Cómo alcanza uno este blanco elevado? Elena de White expresó ciertos principios que los “pensadores” debieran comprender:MDS 349.8

    Los pensadores comprenden los peligros de la competencia. La pregunta determinante es por qué uno quiere sobresalir.MDS 349.9

    Uno de los temas constantes de la Sra. White es el llamado a la excelencia, a alcanzar el nivel más elevado posible en cualquier campo de estudio o trabajo de la vida en que uno se ocupe. 53“[Dios] se propone que sus siervos posean más inteligencia y más claro discernimiento que los mundanos, y le desagradan aquellos que son demasiado descuidados o indolentes para llegar a ser obreros eficientes, bien informados... Esto nos impone la obligación de desarrollar el intelecto hasta su máxima capacidad, para que podamos conocer y amar a nuestro Creador con todo el entendimiento”. — Palabras de vida del gran Maestro, p. 268. Ver Consejos para los maestros, pp. 484-485.MDS 349.10

    Pero un problema central de los sistemas educativos que prevalecen actualmente es que se insta a la excelencia por las razones equivocadas y a lograrla por los métodos erróneos. La Sra. White planteó la pregunta: “¿Cuál es la tendencia de la educación dada?” Luego contestó: “La complacencia del yo”. Describió el blanco de la “verdadera educación” como la antítesis de “la ambición egoísta, el anhelo de poder... y la rivalidad egoísta”. Observó que los métodos educativos tradicionales apelan a “la emulación y la rivalidad... [y] fomenta[n] el egoísmo, raíz de todo mal”.54La educación, pp. 221-222. “En nuestras instituciones de aprendizaje debiera ejerce4rse una influencia que contrarrestara la del mundo, y no estimular a la complacencia del apetito, la gratificación egoísta de los sentidos, el orgullo, la ambición, el amor a la vestimenta y la ostentación, el amor por la alabanza y la adulación, y la lucha por las recompensas y los honores elevados como una retribución por sobresalir académicamente. Debiera desalentarse todo esto en nuestras escuelas”. — Fundamentals of Christian Education, p. 286.MDS 349.11

    “La lucha por la supremacía” estimula “el sistema de estudiar bajo presión” y a menudo “conduce a la improbidad [deshonestidad]”. Al impulsar a los estudiantes a competir, “el descontento... amarga la vida” y “contribuye a llenar el mundo de... espíritus inquietos y turbulentos”. 55La educación, p. 222.MDS 349.12

    ¿Qué alimenta este espíritu de rivalidad y el deseo de supremacía? Elena de White señaló al contenido de mucha literatura: Los estudiantes beben “de los pozos del paganismo” que se alimentan de “las corrupciones de la antigua idolatría... ¡De cuántos autores modernos se podría decir también lo mismo !” Ella vio en las ciencias los efectos de “la evolución y los errores que con ella se relacionan”, que tienden “a inspirar incredulidad”. Además, vio que “la obra de la ‘alta crítica’... está destruyendo la fe en la Biblia como re- velación divina, y quitándole a la Palabra de Dios el poder de regir, elevar e inspirar las vidas humanas”.MDS 349.13

    Elena de White vio que cuando “la juventud” sale “al mundo” motivada por las suposiciones del pensamiento no bíblico, no tiene barreras para enfrentar los sentimientos prevalecientes de que “el deseo constituye la ley suprema, que la licencia es libertad y que el hombre es responsable solamente ante sí mismo”. Los jóvenes captan el espíritu de la sociedad deteriorada por la rivalidad y el espíritu de competencia y, a menos que se los haga conscientes del precio de la competencia, no tienen salvaguardia para mantener “la integridad individual,... la pureza del hogar, el bienestar de la sociedad, o la estabilidad de la nación”. 56Id., pp. 222-225. MDS 350.1

    Para Elena de White la excelencia y la competencia están separadas por un mundo de diferencia. Esta distinción descansa sobre el propósito de la educación: “restaurar la imagen de Dios en el alma”.57Patriarcas y profetas, p. 645. Los hombres y las mujeres han de “alcanzar el más alto grado de excelencia posible”, pero este blanco no puede alcanzarse mediante una “cultura... egoísta... [y] exclusiva; porque el carácter de Dios, cuya semejanza hemos de recibir, es benevolencia y amor”. 58Id, p. 646.MDS 350.2

    Alcanzar el blanco bíblico de la educación, señaló la Sra. White, requeriría “un cambio radical en algunos de los métodos corrientes de enseñanza. En vez de despertar el orgullo, la ambición egoísta y un espíritu de rivalidad, los maestros procurarían evocar un sentimiento de amor a la bondad, a la verdad y a la belleza; harían desear lo excelente. El alumno se esforzaría por desarrollar en sí mismo los dones de Dios, no para superar a los demás,. sino para cumplir el propósito del Creador y recibir su semejanza”. 59Ibíd El maestro que comprende el propósito de la educación “no permitirá que nada se interponga en el camino de un esfuerzo fervoroso para progresar. No ahorrará esfuerzo para alcanzar la más alta norma de excelencia. Se esforzará por ser él mismo todo lo que desea que sus alumnos lleguen a ser”. — Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática, pp. 115-116.MDS 350.3

    La falla inherente al usar el espíritu de competencia para motivar a los estudiantes en el aula o en el campo de juego (o para estimular a los pastores a que alcancen ciertos blancos y a las congregaciones para que levanten fondos, etc.) es que la competencia no es un principio del reino de amor de Dios, en cambio la cooperación sí lo es. 60“La cooperación debería ser el espíritu del aula, la ley de su vida”. — La educación, p. 277. Para cumplir el propósito de la educación — restaurar en los hombres y las mujeres la imagen de su Hacedor —, apagarán “el deseo de ser los primeros” en “las lecciones aprendidas diariamente en la escuela de Cristo”. 61Consejos para los maestros, p. 357.MDS 350.4

    Los psicólogos educacionales modernos han reconocido que el espíritu de competencia no es un motivador válido. Señalan tres defectos básicos. Primer defecto: Que los jóvenes necesitan experiencias competitivas a fin de entrar en una sociedad competitiva. Segundo defecto: Que la competencia es un motivador efectivo. Admitido, dicen, que la competencia es “valiosa como un motivador sólo para aquellas personas que creen que pueden ganar”. Pero aquellos que no creen que pueden ganar no son motivados; así se “desaniman y desilusionan”. Tercer defecto: La tensión en la competencia conduce a una desintegración de la moralidad y a la regla forzosa de que el fin justifica los medios. 62Knight, Myths, pp. 225-229. Alfie Kohn, en el libro No Contest, arguye que la competencia es inherentemente destructiva, analiza la noción prevaleciente de que la competencia es un aguijón para la productividad, un constructor del carácter y una parte inevitable de la “naturaleza humana”. El autor reúne una enorme colección de estudios psicológicos y sociológicos que muestran que la competencia causa ansiedad, egoísmo, desconfianza propia y una comunicación pobre en el lugar de trabajo, en el aula y entre los individuos — (Boston: Houghton Mifflin Company, 1986), 257 páginas.MDS 350.5

    Los pensadores (tanto estudiantes como maestros) han aprendido que la mera memorización es insuficiente. Pensar es un evento aprendido. Aprender a pensar es un esfuerzo conjunto hecho por maestros que piensan y estudiantes ansiosos de aprender. Elena de White instó especialmente a los maestros de Biblia a “que se esfuercen por hacer comprender sus lecciones a los estudiantes, no porque les expliquen todo, sino porque les” exigen “que expliquen claramente cada pasaje que lean. Recuerden estos profesores que poco bien se logra recorriendo superficialmente la Palabra”. 63Consejos para los maestros, p. 467.MDS 350.6

    Tener una discusión dinámica con los estudiantes, en la que ellos repiten las explicaciones del maestro “en su propio lenguaje” de modo que pueda determinarse que ellos “comprenden claramente” las lecciones, puede ser “un proceso lento, pero tiene diez veces más valor que el pasar rápidamente sobre asuntos importantes”. Los estudiantes no sólo comprenderán mejor el tema sino que estarán mejor preparados para explicar el material a otros. 64Id., p. 420.MDS 350.7

    Los pensadores apreciarán un “gusto moral por el amor al trabajo ”. Para las mentes modernas, esto difícilmente parece ser un factor en el desarrollo de pensadores, pero se halla cerca de la base de la filosofía de educación de Elena de White. Al establecerse la escuela de Avondale a fines de la década de 1890, ella fomentó un principio que había estado recalcando al menos por veinte años: los estudiantes deben ser educados para “ser señores del trabajo, y no esclavos del trabajo”. Quería estudiantes que viesen “ciencia en la clase más humilde de trabajo”, que viesen “nobleza en el trabajo”.MDS 350.8

    Como hemos visto en la página 346, “la ocupación manual... es esencial” a fin de mantener el equilibrio y fortalecer la actividad mental. “Se abusa de la mente” cuando las facultades físicas no “son igualmente empleadas”.MDS 351.1

    Además, “el hábito de laboriosidad” será “una ayuda importante para que la juventud resista la tentación”. Las “energías restringidas,... si no se emplean en forma útil, serán una fuente constante de dificultades para ellos mismos y para sus maestros”.MDS 351.2

    Por estas razones, Elena de White declaró que aquellos cuyo blanco es obtener una “mente y [un] carácter” transformados, desarrollarán “un nuevo gusto moral por el amor al trabajo”. 65Notas biográficas de Elena G. de White, pp. 386-389.MDS 351.3

    Los pensadores comprenden que la perseverancia y la consagración al blanco fijado es el precio de la excelencia. Para destacarse en cualquier línea de trabajo se requiere un ojo que no se distraiga fácilmente con “la voz del placer” u otras diversiones. Elena de White suplicó a padres y maestros que enseñasen a los jóvenes que las buenas intenciones no son de ningún provecho, “que no se logra excelencia sin gran esfuerzo”. Además, que ningún logro importante se obtiene rápidamente o ignorando “las oportunidades presentes”. Aquellos que alcanzan la “altura moral e intelectual... debe[n] poseer un espíritu valiente y resuelto”. 66Hijos e hijas de Dios, p. 335.MDS 351.4

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