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Mensajera del Señor

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    Una madre mensajera

    Débora es quizás la profetisa bíblica mejor conocida. Su reputación era tan grande, su juicio y sus consejos tan respetados, que hasta su residencia se conocía como “la palmera de Débora, entre Ramá y Betel” (Juec. 4:5). Pero era más que una juez sabia. Sus contemporáneos confiaban en ella como una “madre en Israel” (Juec. 5:7; ver p. 18).MDS 57.4

    De igual manera, los contemporáneos de Elena de White la consideraron como una “madre de lsrael”. 29Una carta de adventistas noruegos a Elena de White en su 85.° cumpleaños comenzaba así: “¡Querida madre de Israel y sierva del Señor!”—D.A. Delafield, Elena G. de White en Europa (Washington, D.C.: Review and Herald Pubiishing Association, 1975), p. 367.La conocían como una esposa y madre increíblemente ocupada, una ama de casa que proverbialmente abría su casa a los necesitados, los huérfanos y a cualquiera que necesitara una cama para pasar la noche. Cuando examinamos cómo ella se granjeó el respeto de sus contemporáneos mientras combinaba sus responsabilidades de madre con sus deberes públicos, eso nos ayuda a apreciar más plenamente sus consejos para las madres y padres de hoy día.MDS 57.5

    ¿Pero cómo les iba a sus hijos mientras compartían a su ocupada madre con otros que le demandaban siempre más de su tiempo y energías?MDS 57.6

    Como fue mencionado previamente, Jaime y Elena tuvieron cuatro hijos, todos varones: Henry, nacido el 26 de agosto de 1847; Edson, el 28 de julio de 1849; William, el 29 de agosto de 1854; y John Herbert, el 20 de septiembre de 1860.MDS 57.7

    Heibert murió después de vivir sólo tres meses, víctima de erisipela. Su madre, entonces de 33 años, recordó así esta experiencia angustiosa: “Mi querido bebé estaba muy enfermo. Lo cuidamos ansiosos durante veinticuatro días y noches. Usamos todos los remedios posibles para lograr su recuperación y presentamos fervientemente su caso ante el Señor. A veces no podía controlar mis sentimientos al presenciar sus sufrimientos. Macho de mi tiempo lo pasaba en lágrimas y en humilde súplica a Dios”. 30Spiritual Gifts, t. 2, p. 296, citado en Bio., t. 1, p. 430.MDS 57.8

    Ella describió las horas finales del pequeño: “Mi bebé estaba peor. Escuchaba su respiración difícil y sentía su muñeca sin pulso. Sabía que él iba a morir. Esa fue una hora de angustia para mí. La helada mano de la muerte ya estaba sobre él. Observamos su aliento débil y jadeante, hasta que cesó, y nos sentimos agradecidos de que sus sufrimientos habían terminado. Yo no podía llorar cuando mi niño estaba muriendo. Me desmayé en el entierro. El corazón me dolía como si fuese a romperse, sin embargo no pude derramar una lágrima... Después de regresar del servicio fúnebre, mi hogar parecía solitario. Me sentí en paz con la voluntad de Dios, sin embargo el abatimiento y la tristeza se apoderaron de mi’. 31Ibid.MDS 57.9

    El primogénito de Elena de White, Henry, murió a los dieciséis años. Había llegado a ser el deleite de sus padres como también el de una multitud de amigos. Su magnífica voz para el canto era bien conocida entre sus compañeros de trabajo en la casa publicadora, la Review and Herald. A fines de noviembre de 1863 se resfrió y este mal se convirtió en neumonía. Fue tratado con drogas venenosas, lo indicado por la medicina convencional. Elena y Jaime habían usado la hidroterapia al principio de ese año para ayudar a dos de sus hijos a combatir la difteria, pero todavía no conocían su valor para tratar la neumonía.MDS 57.10

    Como podía predecirse, Henry decayó rápidamente. El y sus padres hablaron abiertamente acerca de la muerte. El confesó francamente sus pecados; su fe se fortaleció y su confianza en la vida eterna fue más luminosa que nunca. Cierta mañana le dijo a su madre: “Prométeme, mamá, que si muero me llevarán a Battle Creek y me pondrán junto a mi hermanito, John Herbert, para que podamos levantamos juntos en la mañana de la resurrección”. 32An Appeal to the Youth, p. 26, citado en Id., t. 2, p. 71.MDS 58.1

    Más tarde le dijo a su padre: “Papá, estás perdiendo a tu hijo. Me extrañarás, pero no llores. Me escaparé de ser reclutado [para la Guerra Civil], y no presenciaré las siete últimas plagas. Morir tan feliz es un privilegio”. 33Appeal, p. 29, citado en Id, p. 72.MDS 58.2

    Durante sus últimas horas, Henry dictó mensajes de amonestación y confianza a sus jóvenes amigos en Battle Creek. Adelia Patten, una amiga íntima de la familia y una de las ayudantes de Elena de White, registró sus últimos momentos: ” ‘Madre, te encontraré en el cielo en la mañana de la resurrección, porque yo sé que tú estarás allí’. Luego llamó por señas a sus hermanos, padres y amigos, y les dio a todos un beso de despedida, después de lo cual señaló hacia arriba y susurró: ‘El cielo es dulce’. Esas fueron sus últimas palabras”. 34Appeal, p. 31, citado en Ibid.MDS 58.3

    Después de la muerte de Henry, se publicó un pequeño libro que incluía el sermón que Uriah Smith predicó en el funeral, una breve biografía, y muchas de las frecuentes cartas que Elena de White les envió a él y a sus hermanos, especialmente cuando ella estaba ausente atendiendo responsabilidades de la iglesia. Esas cartas muestran claramente por qué Henry pudo morir con tal paz y confianza en Jesús.MDS 58.4

    Adelia Patten, que había vivido en el hogar de los White durante casi dos años, ayudó a compilar este librito, An Appeal to the Youth (Un llamado a la juventud). Ella escribió: “Ellas [las cartas de la Sra. White a sus hijos] fueron escritas apresuradamente sólo para sus hijos, sin pensar en que se las haría públicas. Esto las hace aún más dignas de publicación, ya que en ellas se ven más claramente los verdaderos sentimientos de una madre piadosa”. 35Appeal, p. 19, citado en Id., p. 62.MDS 58.5

    Al leer estas cartas familiares íntimas, personales, leemos el corazón de una madre joven, y más tarde, de una madre madura, de un modo raramente revelado a otros.MDS 58.6

    Como podría esperarse, los niños White se desarrollaron como lo hacen todos los niños. Tuvieron que aprender mediante la experiencia y los consejos de los padres, como debieran hacerlo todos los niños. Más aún, Jaime y Elena White tuvieron que aprender a ser padres a medida que sus hijos se desarrollaban.MDS 58.7

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